Este 2 de abril se cumplen 43 años del inicio de la Guerra de Malvinas. Héctor Cuceli tenía 19 años en 1982. Jugaba en San Lorenzo y soñaba con debutar en Primera. Pero todo cambió cuando, una mañana de domingo, le llegó una citación para presentarse en el cuartel. Y tuvo que colgar los botines para ir a combatir contra los ingleses.

“Jugar para el club del que sos hincha es lo más lindo que te puede pasar”, cuenta Cuceli sobre sus días previos a la guerra. Su carrera como jugador había comenzado en Sportivo Varela hasta que se pasó a San Lorenzo donde jugó a las inferiores. “Era mi vida y a lo que me quería dedicar”, asegura con nostalgia.

Después de haber estado en servicio durante 74 días, en noviembre de 1981 a Cuceli le dan la baja a pedido del Club. “Entonces pensé que ya estaba, que no tenía que volver más a la colimba. Volví a jugar, a ponerme en forma y en el verano del 82 me convocan desde San Lorenzo porque arrancaba el campeonato. En el club estaba todavía sin contrato. Jugué los seis primeros partidos hasta que me citaron para que vaya a Malvinas”, cuenta.

“Durante esos dias se me cruzaron mil cosas, no me imaginaba que efectivamente iba a haber una guerra”, señala y confiesa que casi no tenía instrucción en el ejército. Recuerda que subió al avión y supo que ya nada sería lo mismo en su vida. Apenas se había podido despedir de sus padres. Nadie les daba información de hacia adónde iban. “Cuando bajamos vimos todo campo. Lo primero que nos mandaron fue a hacer los pozos donde después vivimos durante la guerra. Estuvimos durante 60 días sin que pase nada. Estábamos ansiosos, queríamos que se termine, te come eso la cabeza. En esos días pensaba en todos y en todo. Le pedía a Dios volver y volver bien”, indica.

De esos días en Malvinas recuerda que todo era muy duro. Mal alimentados, con temperaturas bajo cero, con días de noches largas y poco sol. “Muchos compañeros decidieron tirarse un tiro en las piernas para que se los lleven de ahí. Te volvías loco. Un día me tiré como de unos 10 metros y reboté. Supe que iba a volver y a estar a salvo”, afirma. 

Sobre la rendición, dice que fue la única decisión posible “porque si no se rendían no volvíamos ninguno”. 

“El peor día para mi batallón fue el último. Ese día nos rozaban tiros por todos lados. Estuvimos como seis horas en combate hasta que nos dijeron que estaba la rendición. Nos tomaron prisioneros, nos quitaron las armas y nos dejaron en galpones argentinos llenos de comida que nunca había llegado hasta donde nosotros estábamos. Me acuerdo que nos tiramos encima de todo lo que había. Después nos subimos a un buque y hasta que no desembarqué no estuve en paz”, asegura.

Cuceli volvió pero ya nada era igual. Además de las heridas abiertas que le provocó la guerra, cuando regresó al Club no fue convocado. “El técnico no me convocó y el club no se quería desprender. Después me llevaron a Central, a Temperley. Mi pase seguía siendo San Lorenzo. Por una cosa o por otra, siempre quedaba en la puerta. Así varios meses hasta que tuve que dejar todo y volver a trabajar de otra cosa”, indica. 

La revancha contra los ingleses la dio el fútbol. “El deseo era ganarles en algo. Y ganarles bien. Y lo lograron. Diego dijo antes de salir: ‘Vamos a hacerlo por los pibes de Malvinas. Era una revancha que daba el fútbol’”.

"Durante la guerra pensaba en volver para jugar al fútbol, siempre había sido mi sueño".